Luis (Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia (Lucía Pollán), una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados “Mágical Girl Yukiko”. El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven casada que sufre trastornos mentales, a su vez relacionada con Damián (José Sacristán), un profesor retirado con un tormentoso pasado. Los tres quedarán atrapados en una oscura red de chantajes, en la que instinto y razón entran en conflicto.
Cada minuto de metraje de Magical Girl es tan seductor, como desgarrador. La sobria apariencia del filme se convierte en el ejercicio estilístico más majestuoso que el cine nos ha ofrecido en varios años. El arte de la sugerencia elevado a la enésima potencia logran que nuestra excitación aumente según se suceden los impecables planos de la obra. Todo esta en su sitio, pero nada lo está. El orden impera hasta que uno de los personajes muestra su mirada o abre la boca para recitar unos diálogos que bien merecen el precio de la entrada. Cada trazo del dibujo que se esconde bajo el filme resulta de un movimiento de muñeca que no obedece a normas, ni conoce de autoridad alguna más que el mero deseo de hacer cine.
Si Carlos Vermut ya apuntaba maneras en eso de convertirse en director de culto con Diamond Flash, en el caso de su segundo largometraje ya podemos garantizar que estamos ante uno de esos tipos de los que se hablará durante muchísimos años. Imposible no caer rendido ante un estilo incomparable.