Los que nacimos o vivimos en las décadas de los 80 y los 90 sufrimos una preocupante enfermedad: La nostalgia. Probablemente, todos seamos víctimas de ese romanticismo corrupto que suele sufrir el ser humano a medida que pasan los años y que tiende a interpretar que lo viejuno siempre es mejor que lo nuevo. O puede que realmente estemos en lo cierto y que este siglo esté convirtiéndose en un desastre cultural. Quién sabe…
Sea como como fuere, lo único evidente es que la industria de Hollywood ha decidido hacer negocio con nuestra nostalgia. a base de remakes, reboots y secuelas, parece que todo se reduce a llevarnos al cine tirando de nuestros recuerdos más dulces. Hay que reconocer que en algunos casos la cosa funciona. De hecho, somos de la opinión de que cada generación merece su particular versión de ciertas historias. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos nos encontramos con auténticos desastres del calibre de Robocop o Cazafantasmas.
“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver…”. Muchos directivos de la industria tendrían que comenzar a darse cuenta de que Star Wars siempre nos va a gustar y que hay espacio para mil películas más, pero que eso no ocurre con el resto de proyectos. El público está ávido de originalidad, por lo que los castigos en taquilla a la revisión de nuestras cintas más amadas irá recibiendo castigos más severos cada vez.
Hablando en plata, déjense de mandangas y comiencen a estrujarse el cerebro. De lo contrario, en 20 años estaremos asistiendo a remakes de remakes.