Es una joya inapelable. Claire Denis es una directora inmensa. Cada vez que se pone detrás de las cámaras, ocurre algo especial. Hace un par de años, se planteaba un nuevo reto con un genero diferente. La directora francesa se lanzaba a la ciencia ficción con High Life, un filme que también se convertía en su primera película en inglés. Para la empresa, Robert Pattinson era su principal aliado. El actor llevaba ya un tiempo demostrando que nada queda del chico paliducho y empalagoso de Crepúsculo, pero High Life era su confirmación definitiva como un grande de la interpretación.
En el espacio profundo. Más allá de nuestro sistema solar. Monte y su hija Willow viven juntos en una nave espacial, completamente aislados. Monte, un hombre solitario que usa su estricta autodisciplina como protección contra el deseo –el propio y el ajeno–, tuvo a su hija contra su voluntad. Su esperma se usó para inseminar a Boyse, la joven que dio a luz a la niña. Formaban parte de un experimento realizado con un grupo de prisioneros: convictos espaciales, presos en el corredor de la muerte. Conejillos de indias enviados en una misión al agujero negro más cercano a la Tierra. Ahora solo quedan Monte y Willow. Y Monte ha cambiado. A través de su hija, por primera vez, experimenta el nacimiento de un amor todopoderoso. Willow crece y se convierte primero en adolescente y después en una mujer joven.
Mia Goth, Juliette Binoche y Patricia Arquette completan el sensacional reparto de High Life, un filme que retuerce el terreno de la ciencia-ficción de una forma especial. Una película que paladeará cualquier fan del género y que deja el cuerpo en un estado extraño. Claire Denis siempre es capaz de revolvernos. Sensacional.