La historia del cine está plagada de relaciones entre grandes estrellas. Matrimonios ilustres que, muchas veces, terminan como el Rosario de la Aurora. Y es que pasiones desmedidas, vidas complicadas, choques de egos y otros muchos factores se mezclan en parejas capaces de generar titulares a millones. Y si una pareja logró condensar todos esos elementos, esa fue la de Kim Basinger y Alec Baldwin.
Según muchos, ninguna relación de la industria fue tan destructiva. Casados entre 1993 y 2001 (más unos años de novios), la relación entre dos de las más cotizadas estrellas de los 80 y los 90 era un auténtico torbellino. La pasión desenfrenada provocaba una atracción solo comparable con su tendencia a la batalla. Un romance arrollador que provocaba que en sus rodajes fuese tan habitual escuchar su sexo desenfrenado en hoteles y caravanas, como asustarse con peleas de violencia descomunal.
Teléfonos volando, discusiones delante de todo el mundo como elementos habituales en dos personas que decidían separarse definitivamente en el año 2002, tras un complicado proceso judicial. Los reproches mutuos se multiplicaban desde entonces entre dos descomunales intérpretes que, según todos los que se cruzaron en su camino por aquellos días, se atraían tanto como se detestaban.