Muy de cuando en cuando, en el cine ocurren cosas realmente especiales. De repente, algo nos recuerda las razones de nuestro amor por esto del séptimo arte. Detalles únicos que provocan que se nos erice el vello. Y Javier Cámara es responsable de ya demasiados de ellos.
Cámara es un tipo de apariencia normal. Un señor que podríamos encontrarnos por la calle como a cualquier otro. El matiz es que este riojano de 54 años es uno de los mejores intérpretes que ha visto nunca el cine español y, por qué no decirlo, de los mejores actores del planeta desde hace unos años. No hace falta rodar en Hollywood para demostrar con cada papel que eres uno de los mejores (preguntadle a Ricardo Darín).
Por mucho que se pueda decir de otros, no hay ninguna mirada con tantos matices como la de Javier Cámara. Dura, tierna, triste, amable… Cualquier género es terreno perfecto para que el intérprete despliegue todo su talento. Dos Goyas y ocho nominaciones son el reconocimiento a un trabajo que trasciende el terreno de los galardones gracias, entre otras cosas, a papeles como el de El olvido que seremos.
La historia de un hombre bueno, el médico colombiano Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. Ese papel es ese “algo especial” del que hablábamos al principio. La película de Fernando Trueba se convertía, una vez mas, en terreno abonado para que Javier Cámara despliegue su infinito talento. Enorme trabajo lleno de aristas interesantes el de un tipo que no merece más que elogios. Es un orgullo que nuestro cine de talentos tan grandes como el de Cámara.