No tardó en darse cuenta de que tenía una auténtica barbaridad entre manos. Después del descomunal exitazo de Star Wars: Una nueva esperanza, George Lucas empezó a planear lo que tendría que venir. Por loco que parezca, el padre de la saga intergaláctica empezó a imaginar lo que ocurriría a lo largo de las próximas décadas y entre todo eso estaba la idea de desarrollar hasta tres trilogías de Star Wars.
Obviamente, la primera y la segunda trilogía irían por las sendas que vimos. No en vano, el fue el responsable. Sin embargo, la tercera tanda de películas iba a tomar un rumbo bien distinto al que hemos visto de la mano de Disney.
Nada de Rey, Finn y compañía. La intención de George Lucas era recuperar a los protagonistas de la trilogía original como absolutos epicentros de la trama. Luke, Leia y Solo volverían a escena más viejos en lo que tendría que ser un homenaje a todos los fans y un constante ataque de nostalgia. La épica sería la base de esta lucha contra el resurgir del Imperio en lo que debía ser la culminación del plan del Emperador, que lo habría previsto todo. Nos encontraríamos así con un Luke que ha entrenado a Leia para convertirla en Jedi y con una lucha que enfrentaría a los dos hermanos contra un Lord Sith que se descubriría de forma sorprendente en los pasajes finales de Star Wars IX. Una batalla en la que Luke terminaría muriendo. Hay que reconocer que pudo haber sido glorioso.