De vez en cuando pasan cosas mágicas en terrenos en los que no te lo esperas. A pesar de que las películas de Marvel nos encantan, lo cierto es que no siempre vienen a aportar lo que esperamos de ellas. Ciertos patrones repetidos una y otra vez nos cansan en ocasiones. Sin embargo, hay proyectos que no despiertan enorme expectación, pero que terminan encandilándonos a lo grande.
Shang-Chi distaba mucho de ser uno de los superhéroes más famosos de Marvel. Así, el desarrollo de una película centrada en el personaje nos sorprendía a todos. Con lo que no contábamos era con un detalle que suele repetirse una y otra vez centro de la Casa de las Ideas. Y es que cuando Marvel se lanza con personajes menos conocidos por el gran público sale al campo a jugársela. En esos terrenos es donde solemos encontrarnos con cintas que rompen la baraja. Algo que ocurría con Guardianes de la Galaxia o con Dr. Strange y que ha vuelto a repetirse con Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos.
Simplemente es maravillosa. Lo que nos ofrece Shang-Chi es un camino emotivo, plagado de personajes realmente carismático, con una historia humana y una estética hermosa a niveles desconocidos. No es una película encorsetada cómo viene siendo norma habitual en Marvel y Disney. Da la sensación de que existe una libertad creativa será como resultado este verso libre dentro del universo cinematográfico de Marvel.
Puede que las secuelas (apostad a que habrá muchas) de Shang-Chi pierdan esta frescura y que los personajes tengan que entrar en los cánones al sumarse a los Vengadores, pero lo que no nos va a quitar ya nadie es el inmenso placer que hemos sentido en la sala de cine en compañía de Shang-Chi y los suyos.