Ya resulta imposible discutirles la buena mano. En Netflix llevan años tratando de alcanzar el máximo nivel en lo que a largometrajes se refiere. Después de alcanzar la excelencia con las series televisivas, la gran obsesión de la plataforma de streaming no es otra que la de hacer lo propio con películas. Roma, El irlandés o Mank tenían suficiente músculo como para lograrlo, pero se llevaban un portazo en las narices en sus búsquedas del Oscar. Sin embargo, en Netflix no sucumben al desaliento y esta vez han dado en el clavo con El poder del perro, un western con aroma a clásico que nos ha dejado noqueados… pero que el público no termina de abrazar.
Los acaudalados hermanos Phil (Cumberbatch) y George Burbank (Plemons) son las dos caras de la misma moneda. Phil es elegante, genial y cruel, mientras George es impasible, quisquilloso y amable. Juntos son copropietarios de un enorme rancho en Montana. Es un lugar donde la rápida modernización del siglo XX se mantiene y en el que la figura de Bronco Henry, el mayor cowbow que Phil ha conocido jamás, es venerado. Cuando George se casa en secreto con una viuda del pueblo, Rose (Dunst), Phil, sorprendido y furioso, lleva a cabo una guerra sádica e implacable para destruirla por completo usando a su afeminado hijo, Peter, como peón.
Con ese argumento se presenta el sutil western que ha conseguido noquearnos sin miramiento alguno. El poder del perro es capaz de llevarnos de la caricia al revés en la mandíbula en cuestión de segundos. Cruenta y lírica, la cinta se convierte en una de las más brillantes que hemos visto en los últimos tiempos, lo que la crítica aplaude de forma unánime. El problema llega con un público que no termina de congeniar con el western. Para colmo, el tempo pausado de la película provoca que muchos espectadores no terminen de congeniar.
Jane Campion (El Piano) escribe y dirige la adaptación de la novela Thomas Savage. La historia es poderosa y arrolladora, lo que ha provocado que sea la gran favorita de los Oscar con 12 nominaciones. Tiene pinta de que será su año. Eso sí, a pesar de ser película impecable y hermosa a niveles difíciles de describir, flota en el ambiente la sensación de la última gala en la que ganó Nomadland: Es una película de crítica y no de público.