Todos sabemos de la afición de Roland Emmerich a romper cosas. El director siempre ha mostrado una querencia especial por las películas de catástrofes o en las que se pudiese desatar un caos épico. Así, poniéndole un tiranosaurio de 100 metros en las manos, el resultado no podía ser más que un espectáculo. ¿Mala? Puede que no tanto como recordamos, porque Godzilla tenía su cosa.
Las pruebas nucleares realizadas por los franceses en el Pacífico provocan la aparición en el océano de un gigantesco reptil mutante, que ha sido localizado tras atacar un barco de pesca japonés. Pero lo peor es que el monstruo es anfibio y saldrá del océano para dirigirse a Nueva York, en cuyas calles causará el pánico.
A pesar de que estamos en otro momento con Godzilla y que el recuerdo no es espectacular, lo cierto es que la película de 1998 era un entretenimiento más que digno. Si no, corred a Netflix y veréis que se pasa un buen rato con esta especie de T-Rex gigante.