Las comparaciones siempre son odiosas. Cuando Steven Spielberg presentó en sociedad Jurassic Park, todo el mundo se quedó alucinado. El público no salía de su asombro ante lo que había conseguido el director. Los dinosaurios de Spielberg eran de una realidad fuera de lo normal, hasta el punto de que hoy siguen resultando asombrosos. El problema es que los valientes que se atrevían con películas de dinosaurios por aquellos días quedaban hundidos en el fango.
Justo en los meses en los que veía la luz Jurassic Park, otra película de dinosaurios se presentaba en en sociedad. Bajo el título de Carnosaurios, el terror prehistórico aspiraba a hacerse un hueco. Con lo que no contaban era con que todo su esfuerzo iba a parecer una chufa al lado de lo que Steven Spielberg se había sacado de la manga.
La división de ciencias alimenticias de Eunice, una poderosa corporación de empresas, está consiguiendo espectaculares logros en su planta de producción de gallinas, merced al laborioso trabajo de la doctora Jane, una eminencia en investigación genética. Pronto conseguirá clonar un dinosaurio carnívoro a partir de unos huevos…
Ese era el argumento de Carnosaurios, una película que se veía condenada al mundo de la Serie B al instante. De hecho, llegaría incluso a tener secuelas tan infames como el producto original. ¿Era realmente mala Carnosaurios o el agravio comparativo fue demasiado? Pues puede que las dos cosas.