No le han sentado demasiado bien los cines al Lilo. Los cines de Estados Unidos estaban su bienvenida hace un par de semanas a uno de los personajes más encantadores de la literatura infantil. Lilo, mi amigo el cocodrilo, la obra de Bernard Waber, tenía todos los argumentos para llevarse de calle a todos los niños con su versión cinematográfica. Pero el plan le ha salido regulinchi al simpático reptil.
Después de dejarse 50 millones de dólares en la producción y otros 30 en distribución y publicidad, la película acumula poco más de 20 millones después de su segundo fin de semana en cartelera. Una cifra muy lejana de la esperada. Eso sí, todavía cabe la posibilidad de que el resto de mercados del mundo acudan al rescate, si bien la popularidad de Lilo es mayor en U.S.A. que en ningún otro lugar.
Cuando la familia Primm se muda a Nueva York, su hijo adolescente Josh lucha por adaptarse a su nueva escuela y nuevos amigos. Todo eso cambia cuando descubre a Lilo, un cocodrilo cantante, a quien le gusta darse baños, el caviar y la buena música viviendo en el ático de su nueva casa. Los dos se convierten en mejores amigos, pero cuando la existencia de Lilo se ve amenazada por su malvado vecino Mr. Grumps, los Primm deberán aliarse con el carismático dueño de Lilo, Hector P. Valenti, para mostrar al mundo que la familia puede surgir de los lugares más inesperados y que no hay nada malo con un gran cocodrilo cantante con una personalidad aún mayor.
Javier Bardem, Constance Wu, Winslow Fegley, Scoot McNairy y Shawn Mendes (voz) son los protagonistas de una película que aterrizará en las salas españolas el próximo 21 de octubre.