Nos esperábamos algo mejor. Sin lugar a dudas, el cine español tiene una deuda eterna con Santiago Segura. Ya no es solo por hablar de uno de los tipos más talentosos de nuestra industria. Esa es una cuestión de que tiene una capacidad incomparable para conectar con el gran público. El que piense que el éxito constante de sus películas es mera coincidencia está realmente equivocado. Santiago Segura sabe de cine y le gusta el cine. Santiago Segura sabe de público y le gusta el público.
A lo largo de los últimos años estamos asistiendo a incontables aciertos por parte de Segura. Después del gamberrismo desatado de la saga Torrente llegaba el encantador tono familiar de las comedias de Padre no hay más que uno. ¿El resultado? Lluvias de millones en ambos casos. Tres cuartos de lo mismo ocurría con la primera entrega de A todo tren y tiene pinta de que se repetirá con A todo tren 2, si bien cuesta sacudirse la sensación de que la película ha quedado lejos de lo que pretendían sus responsables.
A pesar del encomiable esfuerzo de una plantilla de actores siempre solvente, la realidad es que A todo tren 2 falla en casi todas sus dimensiones. El tono alocado y divertido de la primera entrega resulta ahora reiterativo. Para colmo, el filme es torpe en demasiados pasajes y parece servido sin la cocción adecuada. Así, A todo tren 2 carece de los rasgos más propios de las comedias de Segura, para terminar convertida en la película española más floja del año. Una pena.