Nació con el objetivo de ser una nueva Harry Potter, pero se quedó en nada. En el año 2010, nuestro queridísimo Chris Columbus se lanzaba con una película que prometía agrandar su leyenda. El responsable de Solo en casa, Madame Doubtfire y las dos primeras entregas de Harry Potter encontraba Percy Jackson una nueva oportunidad para arrasar por todo lo alto con cine familiar. Desgraciadamente, las cosas no salieron como esperaba.
Tras su estancia en un campamento, Percy, un chico aparentemente normal, averigua que es hijo de Poseidón, el dios de los mares, y que sus dos amigos son: uno también un semidiós y el otro un sátiro. Los tres recorrerán un país plagado de monstruos mitológicos, para restaurar el orden cósmico antes de que se ponga el sol en el día más largo del año. Percy trata de recuperar la paz, rescatar a su madre, conocer a su padre y comprender quién es él mismo. Todo un reto que debe superar en apenas diez días.
La historia lo tenía todo para convertirse en un gran éxito. Un presupuesto descomunal y una historia de lo más sugerente eran los ingredientes con los que se presentaba en sociedad Percy Jackson y el ladrón del rayo. Sin embargo, la película no volaba tan alto como cabría esperar. Logan Lerman y Alexandra Daddario ponían todo de su parte al frente del reparto. Un esfuerzo en vano. Carente de encanto, la película tampoco lograba ser ni remotamente trepidante. De hecho no eran pocos las escenas y los diálogos cercanos al ridículo. Tampoco el público respondía como se esperaba. Aún así, la taquilla era lo suficientemente aceptable como para jugársela con una nueva entrega.
Percy Jackson y el mar de los monstruos aterrizaban asciendes 3 años después para confirmar nuestras peores temores: La saga no daba para más. El film era un fracaso estrepitoso en todos los sentidos y Percy Jackson bella como lo que iba a ser un largo camino se quedaba en una segunda entrega. Una pena lo que pudo ser y no fue.