Pocas películas cuentan con semejante legión de fans. Allá por el año 2000, Ridley Scott rescataba para la causa un género tan olvidado como el del peplum. El director de maravilla del calibre de Alien, el octavo pasajero o Blade Runner reclutaba a Russell Crowe para la causa y se lanzaba con una cinta que resultaba un éxito arrollador. Hablamos, claro, de Gladiator. El filme incluso se alzaba con el Oscar a la mejor película. Obra maestra inapelable que, sorprendentemente, comenzó en un mar de dudas.
Tal y como el propio Russell Crowe explicaba, cuando se puso a revisar el guion en compañía de Ridley Scott se dieron cuenta de que la mayoría de las cosas no funcionaban o eran absurdas. Así, el libreto se quedaba en 25 páginas. Gladiator se iba escribiendo entonces a medida que avanzaba el rodaje. ¿Y qué decían los estudios? Pues nada, porque no lo sabían.
“Yo me limitaba a pensar que era un general romano en el año 180 antes de Cristo ya que Ridley Scott era el director. Con eso y pensando que me gusta mi profesión fui tirando”, explicaba un divertido Russell Crowe al referirse a la surrealista situación. Increíble que el resultado fuese tan espectacular.