6. Irreversible (Gaspar Noé, 2002): Irreversible. Porque el tiempo lo destruye todo. Porque algunos actos son irreparables. Porque el hombre es un animal. Porque el deseo de venganza es un impulso natural. Porque la mayoría de los crímenes quedan sin castigo. Porque la pérdida del amado destruye como un rayo. Porque el amor es el origen de la vida. Porque toda la historia se escribe con esperma y sangre. Porque las premoniciones no modifican el curso de los acontecimientos. Porque el tiempo lo revela todo: lo mejor y lo peor. Sobrecogedora y salvajemente cruda la obra de Gaspar Noé. De hecho, el director confesaba haber introducido una frecuencia de sonido durante los 30 primeros minutos imperceptible para el oído humano, pero generadora de pánico y ansiedad.
5. El proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999): El 21 de octubre de 1994, Heather Donahue, Joshua Leonard y Michael Williams entraron en un bosque de Maryland para rodar un documental sobre una leyenda local, “La bruja de Blair”. No se volvió a saber de ellos. Un año después, la cámara con la que rodaron fue encontrada, mostrando los terroríficos eventos que dieron lugar a su desaparición. La película se convertía en un fenómeno sin precedentes, pero eso de grabar en primera persona y los movimientos de cámara que ello implicaba terminaban por lograr que mucha gente abandonase la sala por el mareo provocado. Ahora hasta nos gusta la fórmula.
4. El Rey León (Rob Minkoff, Roger Allers, 1994): La sabana africana es el escenario en el que tienen lugar las aventuras de Simba, un pequeño león que es el heredero del trono. Sin embargo, al ser injustamente acusado por el malvado Scar de la muerte de su padre, se ve obligado a exiliarse. Durante su destierro, hará buenas amistades e intentará regresar para recuperar lo que legítimamente le corresponde. Puede parecer extraño encontrarse un clásico de Disney tan aclamado en esta lista, pero lo cierto es que la muerte de Mufasa se convertía en la escena menos tolerada por los niños de cuantas había ofrecido Disney hasta la fecha. El resultado no era otro que la necesidad de salir de la sala para calmar a los pequeños en sus llantos.