Es una de las grandes cintas del año. Cada vez que Darren Aronofsky se pone detrás de las cámaras, ocurren cosas especiales. Las experiencias cinematográficas que nos ofrece el sensacional director resultan de lo más intensas. La suya es una impresionante habilidad para tocar lo más insano del ser humano. Jugadas que siempre le salen bien. Eso sí, pocas veces había atinado tan bien como con La Ballena.
Dejando a un lado los descomunales 329 millones de dólares logrados por Cisne negro, estamos ante uno de los grandes éxitos de la carrera del director. La Ballena, el drama centrado en un solitario profesor de inglés con obesidad severa que intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención, le ha salido a las mil maravillas. Con un presupuesto de tres millones de dólares, la película ha recaudado ya treinta y dos a nivel mundial. Una auténtica barbaridad para una película de tan limitada inversión.
Buena parte de la culpa del éxito de La Ballena es de nuestro queridísimo Brendan Fraser. El actor se marcaba una de esas resurrecciones cinematográficas espectaculares, lo que ya le ha convertido en el gran favorito para hacerse con el Oscar en una de las tres nominaciones que tiene la película junto a las de Mejor Actriz Secundaria (Hong Chau) y Maquillaje/peluquería. La Ballena ha funcionado a lo bestia.