Fue una de las noches más inolvidables de la historia de los Oscar. Corría el año 1999. Como es habitual, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood elegía el mes de febrero para celebrar la 71ª edición de los Oscar. Muchos recordarán aquella gala como una de las más infames de la historia, ya que Shakespeare in Love se imponía de forma incomprensible a Salvar al soldado Ryan o La Vida es bella. Sin embargo, la gala nos dejaba el momento más memorable jamás vivido en los premios.
Después de noquear a medio mundo, La vida es bella lograba el premio a la Mejor Película de Habla No Inglesa. La hermosa y triste fábula de Roberto Benigni se hacía con uno de los grandes premios de la noche. Sophia Loren gritaba el nombre de Roberto y daba el pistoletazo de salida al show del actor. Fiel a su encanto y a su genial locura, Benigni se subía en su butaca y comenzaba a escalar el asiento de delante. Saltando de respaldo en respaldo y corriendo por las escaleras, el actor y director se metía a los presentes en el bolsillo.
Lo que no imaginaba el bueno de Roberto Benigni mientras recitaba su divertido discurso en precario inglés era que todavía le iba a caer el Oscar al Mejor Actor…