Un mal trabajo puede poner la carrera de un actor en una situación complicada. Tres cuartos de lo mismo puede ocurrir con una mala película o un desastre en taquilla. Sin embargo, lo que aprendimos con Jim Caviezel es que una interpretación sensacional en una película magnífica y tremendamente taquillera puede condenarte. Ver para creer.
Curioso caso el de Caviezel. Cuando Mel Gibson llamó a su puerta para interpretar el papel de Jesucristo en la que sería su próxima película poco podía imaginar que su carrera estaba a punto de hundirse. Si entonces no lo sospechaba, menos podía intuirlo cuando La Pasión de Cristo se convirtió en el gran éxito de aquel año 2004 tras recaudar veinte veces lo que había costado (611 millones de dólares recaudados frente a los 30 que costó).
Su trabajo era aplaudido por doquier. Cualquiera habría imaginado que era el salto definitivo al estrellato de Caviezel. Con lo que no contaba el actor es con que a ciertos sectores del mundo judío la cinta no les agradó en exceso y, si tenemos en cuenta que Hollywood está controlado por judíos, ya podéis imaginaros el resultado. Jim Caviezel desapareció y poco más se supo de él.
Menuda mierda de artículo.