Tenía toda la pinta de que iba a ser una joyita de Netflix y así resultaba. Pese a no gozar del reconocimiento necesario, poco se puede discutir que Noche de Lobos, una de las producciones más ambiciosas de Netflix, es también de las mejores obras originales firmadas por la plataforma de streaming.
Un veterano experto en lobos, Russell Core (Jeffrey Wright), viaja hasta un remoto pueblo de Alaska para ayudar a la joven madre Medora Slone (Riley Keough), a dar caza a los lobos que se llevaron y mataron a su hijo pequeño. Cuando el marido de Medora, Vernon (Alexander Skarsgard), regresa de la guerra de Iraq, la noticia de la muerte de su hijo desencadenará una serie en cadena de hechos violentos.
Noche de lobos no es una producción para cualquiera. Es oscura, adusta y sobria. El riesgo de la propuesta es evidente, pero el mundo es de los valientes. El filme incorpora como personaje fundamental el paisaje, contribuyendo a la desolación más absoluta y a un menoscabo del ánimo que va haciendo presa del espectador sin contemplación alguna. Así, Noche de lobos se convierte en una de las películas más brillantes de cuantas ha producido Netflix.