Hay retos que sólo puede asumir un inconsciente. Lo que pasa es que no hay nada más inconsciente que el talento y de eso tiene mucho un tal Dennis Villeneuve. El director asumía el reto de desarrollar una secuela de Blade Runner, una de las mejores películas de la historia del cine. Si hubiésemos tenido que apostar, nos la habríamos jugado al desastre. Lo que pasa es que perdimos de vista el hecho de que estábamos ante uno de los directores más grandes de los últimos años y un tipo listo.
Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto profundamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años.
Hay caso, hay seducción y hay un mensaje de una potencia descomunal. Blade Runner 2049 no es Blade Runner, pero tampoco lo pretende. Hay un tema y un trasfondo que se aborda desde un punto de vista audaz y elegante. Detrás de un acabado sublime e hipnótico nos encontramos con que nuestro cerebro reflexiona a la velocidad de la luz. Ese es el objetivo de una cinta consciente de que no se puede igualar la sutileza de la sugerencia y la emocionalidad desbocada con la que nos despacha la obra maestra de Ridley Scott. Eso sí, esta nueva historia es diferente y brillante. Disponible en Netflix.