La Segunda Guerra Mundial es una de las grandes vergüenzas de la historia, pero también uno de los mayores orgullos del cine. El hecho de que la libertad terminase por imponerse a la tiranía siempre ha sido una inspiración para una industria ávida de héroes. El problema es que, como bien sabe David Ayer, la conquista no se logró a base de besos y flores. Cada día a lo largo de casi una década (los cuatro años de conflicto oficial solo fueron la cresta de la ola) el infierno se desataba. Un infierno que el director y guionista ha querido retratar en una película que, desde su primera secuencia nos muestra lo que vamos a presenciar: Hombres cazando a hombres. Corazones de Acero es brutal,
Abril de 1945, la guerra está a punto de acabar. Al mando del veterano sargento Wardaddy (Brad Pitt), una brigada de cinco soldados americanos a bordo de un tanque -el Fury- ha de luchar contra un ejército nazi al borde de la desesperación, pues los alemanes saben que su derrota estaba ya cantada por aquel entonces.
Los cinco individuos que manejan el tanque que da título a la película ya no recuerdan lo que es la humanidad. Saben que cualquier sonrisa o momento de felicidad es efímero. Todo son cuidados paliativos para almas que llevan demasiado tiempo clínicamente muertas. David Ayer no quiere retratar soldados o banderas. Tampoco hay héroes en su historia. Brad Pitt, Shia LaBeouf, Jon Bernthal y Michael Peña son irrecuperables para el mundo. Son las exigencias de la guerra. Ni tan siquiera el joven personaje al que da vida Logan Lerman es capaz de salvar su alma. No puede. Solo queda cerrar los ojos y disparar. Disponible en Netflix y Prime Video.