“¡Espartanos! ¿Cuál es vuestro oficio?”, gritaba el Leónidas de Gerard Butler a sus 300 espartanos en la gloriosa película de Zack Snyder. La cinta nos ofrecía la adaptación del cómic firmado por el maestro Frank Miller y no tardaba en convertirse en un auténtico exitazo. Cinta de culto hoy día, la realidad fue un poco diferente de lo que nos contaba la épica historia.
Si creíais que Leónidas fue uno de los grandes héroes de la historia, estáis en lo cierto. Ni una pega se le puede poner al líder de los espartanos y a sus 300 hombres. Sin embargo, al lado tenían otros 6.7000 guerreros procedentes de Tebas, Arcadia, Corinto, Mecenas, Tespias, Tegea o Mantinea. De todos ellos era la misión de detener a las tropas de Jerjes, hijo de Darío, que ascendían a la friolera de 200.000 hombres. Era el año 480 a.C. y el hijo de Darío estaba determinado a invadir Grecia.
Habrían sangrado como nunca las topas persas a manos del poderoso ejército de Esparta, pero Jerjes sobornó al Oráculo de Delfos, el cual convenció al consejo espartano para que no enviase a su ejército contra el emperador. Así, Leónidas veía como los invasores llegaban a la cosa griega, pero sin tener ejército alguno a su disposición. Solo los 300 hombres de su guardia personal se sumaron al valeroso espartano cuando este emprendió el viaje al paso de las Termópilas.
Dos kilómetros y medio de largo y 40 de ancho. El audaz general Teméstocles elegía el desfiladero de las Termópilas como el lugar ideal para plantar cara a Jerjes. Allí, con los 300 espartanos de Leónidas al frente, las hordas de Jerjes eran repelidas constantemente. El suelo era regado con sangre persa durante dos días de constantes victorias, pero un pequeño factor lo alteraba todo. Un pastor. Solo era un pastor el hombre que se acercaba al campamento de Jerjes y le daba al invasor la localización de un sendero oculto para emboscar a las tropas helenas. Nada más saberlo, Leónidas enviaba a casa a todos los guerreros, quedándose solo con sus 300 espartanos (y algunos tebanos, de los que no se fiaba y prefería tener a su lado). Sabía que la victoria ya no era posible, pero estaba determinado a darle el tiempo necesario a los pueblos griegos para organizar un gran ejército.
Días resistieron según las crónicas de Heródoto. El valor de los guerreros y su habilidad para la batalla no conocía límites. Así, Leónidas y sus 300 espartanos terminaban muertos ante las flechas de unos persas que nunca fueron capaces de derrotar a los griegos en el cuerpo a cuerpo. De hecho era temor lo que sentían. No obstante, los días sirvieron para que el ejército griego se organizase, terminando con las tropas de Jerjes en las batallas de Salamina y Platea. Y es que 300 valerosos hombres fueron capaces de cambiar el curso de la historia.