Todavía se recuerda como el patinazo más grande jamás firmado por la televisión española. Cuando alguien se lanza con un proyecto, siempre piensa que está dando en el clavo. De hecho, en casi toda serie hay detrás el enorme esfuerzo de incontables profesionales. Lo que pasa es que en Piratas iban todos vendidos desde antes de empezar, porque aquello no había forma de salvarlo.
Corría el año 2011. Por aquel entonces, Telecinco atravesaba un momento dorado gracias a la larga lista de series televisivas que lo petaban. Todo era de color de rosa, por lo que la compañía se la jugaba con un proyecto más que ambicioso. Una serie de piratas y buenas dosis de aventuras que, para ser sinceros, no podía ser más mala. Un despliegue económico que de ninguna forma se veía reflejado en la pantalla.
Piratas duró 8 episodios, de los que sobraban 7. Aquello no había por donde cogerlo. Ambientada en el siglo XVIII, Piratas narra las aventuras de Álvaro Mondego (Óscar Jaenada), un noble venido a menos, canalla, descarado, embaucador y con una pasión desmedida por las mujeres que, obligado por las circunstancias, ha de convertirse en pirata. En el devenir de su nueva suerte, Mondego se encontrará con una aguerrida y sensual pirata, Carmen Bocanegra (Pilar Rubio), y juntos correrán mil y una aventuras.
Imposible sacudirse de encima la sensación de estar viendo algo profundamente cutre. Piratas era horrorosa, hasta el punto de que, a día de hoy, cuenta con una nota en Filmaffinity de 2. ¿La peor serie de la historia de nuestra televisión? Muy probablemente.