Pocas cosas que no se hayan escrito ya pueden escribirse sobre la figura de Hayao Miyazaki. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos al tipo que llevó a la excelencia a Studio Ghibli con su descomunal talento. Un maestro del séptimo arte con una filmografía plagada de obras maestras del calibre de El viaje de Chihiro, El castillo ambulante o La princesa Mononoke. Eso sí, hay una joya incontestable dentro de su filmografía que, por alguna razón, no alcanzó la repercusión merecida.
Es curioso como se suele pasar por alto Susurros del corazón. La cinta de 1995 era escrita por el propio Miyazaki partiendo del manga de Aoi Hîragi. Y, si bien es cierto que la dirección quedaba en manos de Yoshifumi Kondô, no se puede negar que hablamos de una de las cintas más encantadoras de Studio Ghibli. De hecho se trata de la película que marcaba el cambio desde aquellas originales Mi vecino Totoro (1988) y Porco Rosso (1992) a la época más brillante inaugurada con La princesa Mononoke (1997).
Una joven estudiante amante de los libros descubre que todos los libros que ha elegido en la biblioteca han sido previamente elegidos por una misma persona. Cuando descubre quién es conoce a Seiji, un joven que está aprendiendo el arte de fabricar violines.
Una fantasía que se vuelve real y una realidad que se vuelve fantástica. La fórmula con la que nos enamoró Studio Ghibli se sublima en Susurros del corazón. Una maravilla olvidada por muchos y que, por suerte, podemos disfrutar en la parrilla de Netflix sin dejar pasar más tiempo.