Se pone uno a buscar adjetivos para Quentin Tarantino y se hace imposible dar con los adecuados para definir a este fenómeno. En cualquier caso, lo que está claro es que todo lo que sale de su mano mezcla talento y gamberrismo a partes iguales. Este tipo es un fenómeno y lo ha demostrado a lo largo de toda su biografía. Eso sí, difícilmente encontraremos un filme más redondo en su haber que Malditos Bastardos.
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos (“The Basterds”) para atacar objetivos concretos. Los hombres de Raine y una actriz alemana (Diane Kruger), que trabaja para los aliados, deben llevar a cabo una misión para hacer caer a los jefes del Tercer Reich. El destino quiere que todos se encuentren bajo la marquesina de un cine donde Shosanna espera para vengarse.
¿La Mejor película de Quentin Tarantino? Podría serlo. Impecable en lo formal, sin perder un ápice de gamberrismo. Brillante en esencia e impecablemente interpretada, poco se puede decir que no se haya dicho de Malditos Bastardos. Disponible en Netflix.