Después de hacer saltar la banca con la trilogía de El Señor de los Anillos, Peter Jackson decidía rescatar la leyenda del simio gigante. Su King Kong se quedaba muy lejos de convertirse en el éxito que todos pronosticaban. Algo bastante llamativo si tenemos en cuenta que, salvo algún exceso, la cinta no puede ser más hermosa y trepidante.
Durante la Gran Depresión, Ann Darrow (Naomi Watts), una actriz de vodevil, se queda sin trabajo. Su suerte parece cambiar cuando conoce a Carl Denham (Jack Black), un empresario que lucha para abrirse camino en el mundo del espectáculo. A ellos se une Jack Driscoll (Adrien Brody), un autor de teatro. Los tres emprenden un viaje a una remota isla, donde Denham tiene previsto dirigir una película. En una frondosa selva, descubren a King Kong, un gorila gigantesco, y a una tribu de seres prehistóricos que han vivido ocultos durante millones de años. Movido por su insaciable ambición, Denham, planea la captura del gorila con el propósito de exhibirlo en Nueva York.
Si la cinta original ya era gloriosa, esta es una maravilla incomparable. Trepidante y lírica, King Kong es cine de ese que ya no se ve. El espíritu del gran cine de aventuras volvía a irrumpir en las pantallas como un torbellino. Para verla mil veces… Hoy, por cortesía de Movistar+.