Corría la primavera del año 2021. Por aquel entonces, el mundo todavía estaba patas arriba a consecuencia de la pandemia mundial de coronavirus. Días complicados en los que los espectadores dejaban de ir al cine. Eso sí la llamada de una buena película siempre provocaba que todos decidiésemos ir agarrándonos a la normalidad. Entonces no conviene echarle al COVID la culpa de lo que ocurrió con Monster Hunter.
Es una auténtica pena que se desperdiciase un material de partida tan sumamente interesante. Paul W.S. Anderson es un tipo de esos que hace cine constantemente, pero que nunca consigue dar en el clavo. Siempre nos encandila con sus proyectos, pero lo normal es que terminen convertidos en auténticas decepciones. Si infame fue su Mortal Kombat, con Resident Evil lograba poco más que alguna entrega salvable entre horrores. Eso sí, con Monster Hunter se coronaba. El intento de arrancar una franquicia que terminaba en desastre.
Nada funcionaba en Monster Hunter. A pesar que Milla Jovovich siempre es de esas actrices que se entregan hasta el extremo, la realidad es que poco podía hacer ante semejante refrito de películas y efectos especiales sin ton ni son. Un caos de cinta que llega a marear con su montaje. Poco se puede decir de una edición que parece haberse cargado a machete más de la mitad de la historia.
Quería Monster Hunter dar el pistoletazo de salida a un camino que, tras lo ocurrido con la cinta, nunca se recorrerá. Para colmo, los 40 millones recaudados por una proyecto que se dejaba casi cien era el último clavo en el ataúd de una franquicia que no sucederá. No se pueden hacer cosas tan malas.