Pocos directores han encontrado una etapa creativa tan gloriosa como la de Clint Eastwood. Cierto es que el maestro cuenta con infinitas obras sensacionales a lo largo de toda su filmografía como director, pero lo que ocurrió entre 1990 y 2010 es algo al alcance de muy pocos. Salto de una obra maestra en otra.
Sin Perdón, Los Puentes de Madison, Mystic River, Million Dollar Baby, Cartas desde Iwo Jima, Gran Torino… Una auténtica barbaridad la lista de películas que el bueno de Clint se sacaba de la manga en su faceta como director. Una lista en la que bien merece lugar de honor Un mundo perfecto.
Texas, año 1963. Butch Haynes (Kevin Costner) es un peligroso e inteligente asesino que se ha escapado de la cárcel en compañía de otro preso. Durante la huida ambos se ven obligados a tomar como rehén al joven Philip (T.J. Lowther), un niño de ocho años que vive con su devota madre, Testigo de Jehová, y sus dos hermanas. El Ranger Red Garnett (Clint Eastwood) y una criminóloga (Laura Dern) irán sobre la pista de los fugados, al tiempo que el secuestro adquiere para el niño cada vez más el carácter de una aventura.
Esto exactamente es Clint Eastwood. Después de filmar la gloriosa Sin Perdón, el director volvía a ponerse tras las cámaras en 1993, firmando una película que, sobre una historia sencilla, es capaz de conmovernos a niveles fuera de lo común. Poco a poco, la humanidad de cada instante empieza a calarnos hasta darnos cuenta de que nos enfrentamos a un filme que nos arrolla. Un mundo perfecto es tan audaz que ni vemos venir el hueco que va creando en nuestro interior. Películas asi ocurren una vez cada mucho tiempo… salvo que seas Clint Eastwood.