Nota: 7,5
Esto del cine sale como sale. En el año 2006, un documental dirigido por Bill Couturié para HBO trataba de dar con un sistema compuesto de reglas que sirviesen para determinar con antelación el éxito o el fracaso de un proyecto cinematográfico. Después de hablar con muchas de las figuras más importantes de la industria, la conclusión era clara: Nadie sabe nada. Así, no hay forma de paliar el vértigo que puede causar la incertidumbre. Eso sí, siempre se puede luchar contra la irrelevancia solo cabe luchar contr irrelevante.
Verano en rojo no es el mejor thriller policiaco que hemos visto, pero tampoco lo pretende. Su guerra es otra. Desde el preciso momento de su nacimiento, la película aspiraba a pisar lo fregado sin ninguna clase de complejo. Los crímenes sobre los que se articulan las pesquisas de la comisaria María Ruiz (Marta Nieto) y el periodista Luna (Jose Coronado) son solo la excusa para hablar de algo mucho más incómodo. Los abusos sexuales en el seno de la Iglesia española es lo que pronto se vislumbra como elemento central.
La tímida corrección de la puesta en escena de la directora Belén Macías bien podría malinterpretarse como una carencia de nervio, pero la sensación es que todo obedece a un bien mayor. A no perder el foco que se ha colocado sobre lo que realmente importa: Señalar a una cara que nadie se había atrevido a señalar hasta ahora. ¿Hemos tardado hasta el año 2023? Hemos.
La novela de Berna González Harbour ofrece el esqueleto ideal para trazar una historia resultona en su forma y apabullante en su fondo. Una película imperfecta, pero necesaria. Nadie sabe nada, salvo que Marta Nieto, José Coronado y Luis Callejo están bien hasta sin querer, y que Verano en rojo desprecia radicalmente la intrascendencia. El mundo es de los valientes.
Héctor Fernández Cachón