¿Qué pasa cuando le das vía libre a Edgar Wright y un repartazo que quita el sentido? Pues cosas como Baby Driver. El responsable de Zombies Party o Scott Pilgrim contra el mundo es uno de esos tipos a los que adoramos sin paliativos. Cada vez que se pone tras las cámaras, el ingenio se dispara hasta dosis nunca vistas.
Baby, un joven y talentoso conductor especializado en fugas (Ansel Elgort), depende del ritmo de su banda sonora personal para ser el mejor en lo suyo. Cuando conoce a la chica de sus sueños (Lily James), Baby ve una oportunidad de abandonar su vida criminal y realizar una huida limpia. Pero después de haber sido forzado a trabajar para un jefe del crimen (Kevin Spacey), deberá dar la cara cuando un malogrado golpe amenaza su vida, su amor y su libertad.
No deja de sorprendernos como Baby Driver funciona a las mil maravillas mientras camina por la fina línea que separa el talento del caos. Al borde de caer por el precipicio, la cinta luce todas las virtudes de un director al que hay que quitarle la correa para que pasen cosas así. Peliculón disponible en Netflix.