No siempre las cosas salen como uno espera. El mundo del audiovisual está lleno de proyectos nacidos con infinitos ingredientes para convertirse en exitazos, pero que terminan cayendo en la más absoluta y irrelevancia. Algo que Netflix vivía el pasado año con una serie española que apuntaba a convertirse en nuevo fenómeno, pero que fracasaba de manera estrepitosa. Hablamos de Feria: La luz más oscura.
¿Y si dos hermanas adolescentes descubren que sus padres son unos monstruos? Eva (Ana Tomeno) y Sofía (Carla Campra) tendrán que enfrentarse al horrible crimen que parece que han cometido sus padres quienes, antes de desaparecer, han dejado atrás 23 víctimas. ¿Cómo van a sobrevivir estas hermanas en un pueblo que las odia? ¿Es posible que conocieran tan poco a sus padres o existe algún motivo para que estuvieran implicados en este suceso? Este es el viaje que emprenderán Eva y Sofía en Feria, un pueblo donde la realidad esconde un universo fantástico.
El argumento era de esos que ya seducen al leerlo. Además, la apuesta estética resultaba francamente atractiva. Desgraciadamente el gran público no terminaba de conectar con la serie. ¿El gran problema? Pues que Feria: La luz más oscura parecía caer en un bucle de constante repetición argumental. De alguna forma daba la sensación de que la historia no se terminaba de desarrollar correctamente, estirando el chicle sin necesidad en demasiadas ocasiones.
Así, el interés iba decayendo capítulo tras capítulo, sepultando toda opción de futuro para Feria: La luz más oscura. Netflix decidía cancelar la serie después de una temporada, dejándonos a todos la sensación de que nos perdimos algo que podría haber sido francamente interesante. Lástima.