Pocos tipos son más queridos dentro del cine que Sylvester Stallone. Desde hace varias décadas, cuesta imaginarse el cine sin él. No en vano hablamos del protagonista de Rocky o Rambo. Desde que se metiese por vez primera en la piel del célebre boxeadora ya por el año 1976, su figura es fundamental. Desgraciadamente este cariño del gran público no siempre se traduce en una respuesta en cines.
El éxito de Sylvester Stallone hasta mediados de los 90 eran incontestable. Pero el cine empezaba a cambiar, junto con los gustos de los espectadores. De alguna forma parecía que no quedaba hueco para tipos como él. Empezaba una travesía por el desierto de casi 15 años que terminaba en 2010, con la reunión de Los Mercenarios.
La remontada era un hecho. El actor quedaba incluso al borde del Oscar con Creed, una reinvención genial del personaje de Rocky, que activaba su lado de entrenador. Mientras tanto, cintas como Plan de escape o su pequeña aparición dentro de Guardianes de la Galaxia iban devolviendo a lo más alto al intérprete. Pero llegaba la segunda decadencia.
A sus 78 años, las cosas se han vuelto a poner feas para Sylvester Stallone. Samaritan, Los Mercenarios 4, Rambo: Last Blood, las secuelas de Plan de escape… Todas y cada una de sus apuestas se saldaba con desastre. Y es que tiene toda la pinta de que ha vuelto a perder el interés de un gran público que se movía por nostalgia. La carrera de Stallone vuelve a estar en punto muerto y sin mucho margen para la remontada, pero nunca conviene dar a Rocky por caído. Siempre se levanta.