Ni una taquilla más que decente sirve para que pasemos por alto semejante desastre. Unas cuantas décadas hemos tenido que esperar para el reencuentro con una de las cintas más terroríficas de la historia del cine. Allá por el año 1973, William Friedkin firmaba con El Exorcista una obra maestra inapelable. 50 años después, todavía seguimos teniendo pesadillas con Regan y compañía. Así, el lanzamiento de su secuela había despertado enorme expectación. Un lugar al que nunca deberíamos haber vuelto.
Desde la muerte de su esposa embarazada en un terremoto en Haití hace 12 años, Victor Fielding ha criado solo a su hija Angela. Pero cuando Angela y su amiga Katherine desaparecen en el bosque, solo para regresar tres días después sin recordar lo que les sucedió, se desencadena una cadena de eventos que obligarán a Victor a confrontar el mal y, en su terror y desesperación, busca a la única persona viva que ha presenciado algo así antes: Chris MacNeil.
Con ese argumento se presentaba en nuestra salas El Exorcista: Creyente. Y la verdad es que no pintaba nada mal la idea. Poco podíamos imaginar que el horror no llegaría con la escalofriante historia. Lo que realmente nos ha puesto los pelos de punta es encontrarnos con un filme tan desacertado en todas sus dimensiones. Aparatoso, carente de alma y de interés alguno, ni los 55 millones de dólares que El Exorcista: Creyente lleva recaudados sirven para hacer que pasemos por alto que estamos ante una de esas secuelas que nunca debieron ocurrir. Caerá en el olvido muy pronto.