Amor, qué sentimiento tan noble, idílico y desinteresado. Todos los seres humanos lo conocemos y albergamos alguna dosis (salvo alguna excepción que mejor no mencionar). Por ello, supone la temática de infinidad de canciones y numerosas obras cinematográficas.
Y precisamente por el amor navega el nuevo fenómeno de Netflix. La llegada a la plataforma de streaming de la película Juego limpio supone una interesante vuelta de tuerca al concepto. Durante los primeros compases, somos testigos del más intenso y profundo amor de una pareja, en la que se da la especial coyuntura que trabajan para misma empresa. Sin embargo, cuando uno de ellos es ascendido a ocupar un alto cargo de la misma, el otro no verá ese cambio con buenos ojos, desarrollándose de una serie de traiciones, chantajes y sabotajes despiadados para dejar con la boca abierta al más pintado. Todo ello, dentro de un filme con un acabado impecable, donde todo el peso recae en unos estupendos Phoebe Dynevor (Bridgerton) y Alden Ehrenreich (Han Solo).
Cabe decir que en ningún caso la trama pretende ir más allá de lo que ofrece. Su único objetivo es contar la destrucción de una pareja, teniendo cualquier otro tipo de consideración carácter secundario. De esta forma, se puede afirmar que no plantea demasiado argumentalmente, pero en el terreno en el que quiere jugar, hay que reconocer que Juego Limpio se sale.
Efectivamente, Juego limpio es una de esas cintas que se consumen con una facilidad pasmosa. Una descarga de energía en toda regla, que viene a dejar claro que en Netflix están en pleno proceso de reinserción de cara a los usuarios. Si nos dan buen material, les perdonamos hasta que no nos dejen compartir cuentas. Da gusto que los nuevos fenómenos de Netflix sean tan finos como Juego limpio.