Cada día tenemos más la sensación de que en Hollywood se están quedando sin ideas. Desde hace unos años para acá, la fiebre de los remakes, reboots y secuelas se ha disparado hasta niveles inimaginables. La nostalgia ha pasado a ser un negocio fundamental, lo que queda de manifiesto una y otra vez. Se cogen proyectos que una vez funcionaron para devolverlos a las salas de cine en distintos formatos. Algo que volverá a pasar de nuevo con la saga Destino final.
Un joven estudiante tiene una premonición al subirse al avión en el que se dispone a ir a París con sus compañeros. Presintiendo que algo grave va a pasar, él y sus amigos desembarcan antes del despegue. Efectivamente, el avión sufre un trágico accidente, y los jóvenes piensan que se han librado de una muerte segura gracias a la premonición de su amigo. Pero el destino no ha sido vencido todavía…
Con ese argumento llegaba a nuestras vidas allá por el año 2.000 la primera entrega de Destino final. Y lo cierto es que la película estaba francamente bien. Se inauguraba también una larga lista de formas de morir que se iba desarrollando hasta con cinco entregas en las que la calidad se iba desmoronando (salvamos la última).
Ahora, tal y como acaba de confirmarse oficialmente, Destino final pretende darse un lavado de cara en toda regla. La intención no es otra que la de copiar el efecto Scream para revitalizar la saga a lo grande, con vistas a su continuación con aires renovados. La verdad es que no suena mal la idea.