De inicio no entró demasiado bien. Cuando Wonka se presentó en los primeros visionados, todos empezamos a tenernos lo peor. Las valoraciones que se hacían eran bastante negativas. Pocos comentarios positivos se sacaban de una cinta llamada a convertirse en el gran éxito cinematográfico de las navidades. Por alguna razón, se despertaba una antipatía profunda hacia la cinta.
Las críticas negativas contrastaban con las buenas sensaciones que dejaba cada adelanto de Wonka. Pero claro, ya sabemos de sobra que en un tráiler puede lucir cualquier cosa. De hecho, se hablaba incluso de un más que posible batacazo en taquilla. Sin embargo, los días anteriores a su estreno todo cambiaba de forma radical. Los pases generales arrojaban valoraciones muy distintas a las que se tenían hasta el momento. El encanto y la magia de la nueva adaptación de la obra de Roald Dahl empezaba a imponerse, lo que provocaba que el horizonte de Wonka cambiase.
Es justo hablar ya de una de las películas más encantadoras del año. Wonka es genial. La nueva versión del personaje le sienta al pelo a Timothée Chalamet. Un trabajo excelente en una cinta que, a falta de estrenarse en muchos de los grandes mercados del mundo (incluyendo Estados Unidos), acumula ya casi 50 millones de dólares en los cines de todo el planeta.
¿Qué ocurrió entonces para que se generase tanta antipatía inicial hacia Wonka? Pues la razón parece nacer del agravio comparativo hacia Charlie y la fábrica de chocolate, la versión que nos ofrecía Tim Burton allá por el año 2005 y que marcaba a varias generaciones. Una suerte de devoción que ha costado superar para dejarse atrapar por Wonka, una maravilla en toda regla.