Es uno de esos ejercicios cinematográficos que te pegan un revolcón por el suelo y te dejan temblando. David Robert Mitchell no es precisamente uno de esos directores aficionados a causar indiferencia. El responsable de It follows (2014) decidía ir más allá con su espectacular carrera y lanzarse de lleno a Lo que esconde Silver Lake (2018), una película de las que te vuelan la cabeza.
Sam vive un su apartamento de urbanización de Los Angeles, prototipo absoluto de las que hemos visto mil veces. El chico está muerto de aburrimiento. No existen alicientes en su vida hasta que de repente aparece una mujer que lo cambia todo. Sam descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante y misteriosa, pero que desaparece sin dejar ni rastro. A eso se unen otras cosas extrañas que empiezan a pasar por el barrio, lo que lleva al tipo obsesionarse completamente con encontrar a la mujer.
Tan imperfecta como hipnótica, Lo que esconde Silver Lake viene a demostrar que su director tiene un lenguaje propio. No es de los que se entregan a lo común. Así, va construyendo una historia a base de surrealismo con aires de Hitchcock y mezclado todo con cierta cultura pop. Un camino que se sostiene fundamentalmente por el buen hacer del siempre solvente Andrew Garfield. Y es que Lo que esconde Silver Lake es una apuesta sin reparos por un cine diferente. Si la dejaste pasar, es el momento de saldar tu deuda con el séptimo arte.