Lo tenían todo para marcarse una película sensacional, pero todo terminó en un drama inolvidable. Street Fighter era uno de los videojuegos más aclamados del mundo. Millones de fans alrededor de todo el planeta lanzaban las campanas al vuelo al conocer que una adaptación cinematográfica se encontraba en pleno desarrollo. Pobres insensatos… Era el año 1994 y estaba a punto de ver la luz una de las peores cintas de la historia del cine.
En una inexpugnable fortaleza un renegado señor de la guerra (Raul Julia) mantiene a 63 rehenes, a los que matará si no recibe un desorbitado rescate de 20.000 millones de dólares. El coronel Guile (Jean-Claude Van Damme) y una docena de hombres, héroes multiétnicos, tratarán de localizar y liberar a los secuestrados…
Bueno… Pues se ha quedado buen día… Hasta pereza da escribir cuatro líneas sobre la adaptación a la gran pantalla del mítico videojuego. Van Damme y tal… Ustedes ya me entienden. Que se pegan un rato y esas cosas. Aquello no había por donde cogerlo. Cutre a niveles inimaginables y un sinsentido de historia. Lo mejor de todo, el final. Que se acaba, quiero decir. Porque en esa maravillosa etapa de la historia del cine que fue la década de los 90, pocas películas peores encontramos.
Hoy parece que los más nostálgicos la han convertido en una película de culto, pero la realidad es que Street Fighter era demasiado mala para este mundo cruel.