Imposible no recordarlo como el gran filme que es. Allá por el año 2001, Will Smith nos enseñaba que su talento iba más allá de lo que todos imaginábamos. El genial actor se ponía a las órdenes del gran Michael Mann en Ali, una película gloriosa que cualquier cinéfilo recuerda con entusiasmo, pero que se pegó una leche épica en los cines.
Con determinación y resistencia física, agresividad e inteligencia, Muhammad Ali, llamado antes de convertirse al islam Cassius Clay, transformó para siempre la vida de muchos americanos. Sus combates, tanto fuera como dentro del ring, le hicieron conocer todos los lados de la vida. Belinda, su esposa; Angelo Dundee, su entrenador; Brew Brown, su consejero; Howard Bingham, su fotógrafo y biógrafo; y Fernie Pacheco, su doctor, todos personajes muy cercanos al boxeador, fueron testigos de excepción de su comportamiento arriesgado y de sus acciones fuera de lo común. Así, Ali se convirtió en uno de los personajes más entrañables de la historia contemporánea de los EEUU. Campeón, líder y gran figura mediática. Ali reunía más carisma que nadie. El film narra la vida, tanto del hombre como del campeón, desde sus comienzos hasta su mítico combate contra Foreman en 1974.
Efectivamente, Will Smith alcanzaba la nominación al Oscar por una película que, sin embargo, fue un negocio ruinoso. Cierto es que la carrera del actor daba el salto de calidad definitivo, pero los responsables del filme se quedaban con un agujero en sus arcas de alrededor de 60 millones de dólares. Con Ali le salía bien la jugada a Will Smith, pero a nadie más. Una lástima.