Nos estamos volviendo criaturas difíciles de impresionar. Puede que los últimos años de cine no hayan sido para tirar cohetes, pero los alardes que la técnica permite han provocado que asistamos a espectáculos visuales arrolladores aún en películas no demasiado remarcables. Hablando en plata, hasta el más tonto hace relojes. Atrás quedan unos días en los que la ciencia ficción solo estaba al alcance de unos pocos. Días extraños, que diría Kathryn Bigelow.
Efectivamente, ese era el título del thriller futurístico con el que la directora se descolgaba en 1995. Distopía, fantasía, alegoría y un montón de “ías” más. Eso es lo que nos encontrábamos con una cinta de ciencia ficción con libreto de James Cameron (ex-marido de Bigelow ya por aquel entonces) y que bien merece ser recordada como la joya del género que es.
Faltan dos días para la llegada del año 2000 y las calles de Los Ángeles están abarrotadas de gente. Lenny, que ha sido expulsado de la Brigada Antivicio, se dedica a la captación de clientes para venderles unos clips que reproducen las vivencias de otras personas.
Con ese argumento se presentaba una película atrevida y provocadora. Un thriller que, a pesar de quedar lejos de la perfección posterior mostrada Kathryn Bigelow en el cuidado a los personajes, está impregnado en cada minuto del pulso de la directora para conseguir que todo en sus películas resulte trepidante. Ralph Fiennes, Juliette Lewis, Angela Bassett, Tom Sizemore, Michael Wincott y Vincent D’Onofrio al aparato para hacer de Días extraños una joya de la ciencia ficción a recuperar.