Vaya por delante que esta crítica no es imparcial ya que Rodrigo Cortés es amigo mío, él no me conoce pero es mi amigo ya que llevo escuchandole en el podcast “Todopoderosos” 10 años y me ha acompañado en innumerables viajes haciéndolos más amenos y enseñándome mucho de cine. Gracias, amigo. Por tanto me acerque con cierto miedo a su última cinta ya que en uno de sus proyectos más ambiciosos (Blackwood) me defraudó bastante y me preocupaba que me ocurriese lo mismo con su última película. Afortunadamente no es así ya que se trata de un trabajo más personal y no un encargo como la mencionada.
Rodrigo Cortés regresa con Escape, una película que desafía las convenciones cinematográficas y mezcla géneros de forma audaz. Adaptada libremente de la novela homónima de Enrique Rubio, la cinta nos sumerge en un relato surrealista que combina comedia, fábula moral, thriller judicial y elementos carcelarios. Cortés logra, una vez más, crear una obra difícil de encasillar, con una dirección brillante que mantiene al espectador en tensión y, al mismo tiempo, lo invita a la reflexión sobre temas profundos como la depresión y las normas sociales.
El protagonista, interpretado por Mario Casas, es un hombre que busca su propia desaparición en un sistema que le sobrepasa. Casas, quien ha sido criticado en el pasado por la falta de profundidad en sus personajes, sorprende aquí con una interpretación llena de matices. Su personaje, N, está atrapado en una batalla contra la burocracia para perder todo derecho y libre albedrío, y Casas encarna esa lucha interna de manera impecable. La película también juega con el absurdo, recordando las obras de Kafka y Swift, pero con el sello característico de Cortés, quien equilibra lo cómico con lo trágico, manteniendo al espectador desconcertado.
Rodada en siete capítulos, cada uno con el nombre de un enanito de Blancanieves, Escape se convierte en una experiencia que coquetea con la parodia, desafiando las expectativas. Mientras que la primera parte es un thriller cargado de tensión, la segunda se adentra en un melodrama más introspectivo, pero sin perder el interés por el destino de su protagonista. El montaje y la dirección de actores son puntos clave, mostrando el virtuosismo de Cortés detrás de la cámara.
Escape es una película única en el panorama del cine español, que no sigue modas y ofrece una reflexión social y política con un enfoque muy personal.