Crítica de Mickey 17 (2025): Bong Joon-ho viaja al espacio… pero no siempre aterriza

Bong Joon-ho se ha tomado su tiempo tras Parásitos. Y se nota. Aunque no siempre para bien. Mickey 17, adaptación de la novela de Edward Ashton, es un regreso al terreno de la ciencia ficción, con ecos de sus anteriores Snowpiercer y Okja, pero esta vez con una ambición que parece jugarle alguna que otra mala pasada.

La historia es sencilla de explicar (o eso parece): Mickey Barnes es un “prescindible”, un clon humano utilizado en misiones suicidas, que muere y resucita con sus recuerdos intactos. Hasta que un día uno de los Mickey sobrevive, y entonces el sistema empieza a resquebrajarse. La idea es buena, da para reflexionar sobre la identidad, el libre albedrío y la deshumanización en un futuro donde los humanos son mercancía. Pero Bong no se conforma con eso. Le mete sátira política, comedia negra, drama existencial, mensaje ecologista y hasta un toque de buddy movie intergaláctica. Y ahí empiezan los problemas.

El arranque es potente. La presentación del mundo helado de Niflheim y su sociedad colonizadora es inquietante. La pareja de tiranos que gobierna (Mark Ruffalo y Toni Collette) está pasada de vueltas, pero funcionan como caricaturas grotescas del poder. Y Robert Pattinson, como el sufrido Mickey, sostiene la película con un trabajo contenido, mucho más cercano al de El faro que al del murciélago millonario. Hay momentos brillantes, como la secuencia donde Mickey responde qué se siente al morir. Ahí es donde Bong brilla: cuando se detiene en los detalles incómodos y absurdos de la existencia.

Pero el exceso de subtramas empieza a pesar. Hay tanta cosa (la rebelión de los alienígenas, la lucha de clases en la nave, el romance de Mickey, los otros clones, el pasado en la Tierra…) que el guión se convierte en un rompecabezas difícil de encajar. Y aunque Bong siempre ha sabido mezclar géneros, aquí da la impresión de que le falta una brújula. A ratos parece Guardianes de la galaxia, luego Moon, después Parásitos versión espacial… y de repente estás en un episodio de Black Mirror que se alarga demasiado.

Visualmente es un espectáculo. Los efectos especiales, el diseño de producción y la estética retro-futurista funcionan de maravilla. Se nota el presupuesto y el cariño por el detalle. Pero hay momentos donde la película se pierde en sí misma, como si Bong hubiera intentado contar tres historias distintas y se hubiera olvidado de podarlas.

Pattinson merece mención aparte. Su trabajo diferenciando a los múltiples Mickey es sutil pero efectivo. Juega con los gestos, el tono de voz y la postura corporal para que realmente se perciban como variantes de un mismo ser. Eso sí, si alguien esperaba un personaje carismático o con chispa, se va a llevar un chasco. Mickey es un pobre desgraciado al que dan ganas de abrazar… o de empujar por un acantilado para que acabe de una vez con su sufrimiento.

El humor negro de Bong está ahí, pero bastante rebajado respecto a otras obras suyas. El director parece más preocupado por no perder al espectador en medio de la maraña de tramas que por clavar sus habituales golpes bajos. Y eso resta fuerza a la sátira, que se queda en la superficie.

MICKEY 17 no es un desastre, pero tampoco es el regreso triunfal que muchos esperaban. Es una película entretenida, con destellos de genialidad, que seguramente tendrá más adeptos entre los fans de la ciencia ficción clásica que entre los que llegaron a Bong por Parásitos. A ratos te atrapa, a ratos desconcierta, y cuando termina deja una sensación rara, como si hubieras comido algo que no estaba del todo cocido.

¿Es interesante? Sí. ¿Es redonda? No. ¿Vale la pena? Si te gustan los experimentos imperfectos, sin duda.

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