Pasan los años y no hay otra igual. Cuando nos preguntamos por nuestra película navideña favorita, muchas se nos vienen a la mente. Seguro que no sois pocos los que apostáis por Solo en casa, Love Actually, Eduardo Manostijeras o Gremlins. Sin embargo, la cinta que lleva décadas enamorando a millones de cinéfilos se estrenaba en 1946 y lleva por título Qué Bello es vivir.
George Bailey (James Stewart) es un honrado y modesto ciudadano que dirige y mantiene a flote un pequeño banco familiar, a pesar de los intentos de un poderoso banquero por arruinarlo. El día de Nochebuena de 1945, abrumado por la repentina desaparición de una importante suma de dinero, que supondría no solo la quiebra de su banco, sino también un gran escándalo, decide suicidarse, pero cuando está a punto de hacerlo ocurre algo extraordinario.
La historia la conocemos todos de sobra. Frank Capra se ponía a los mandos de Qué bello es vivir para ofrecernos un canto al amor y a la vida. Cuidada en cada detalle y hermosa a niveles difíciles de describir, estamos ante una cinta casi perfecta y con una virtud muy difícil de conseguir: Ser atemporal.
James Stewart se sacaba de la manga a un George Bailey alrededor del que giraba toda la película. Un personaje plagado de sutilezas y encantador, al tiempo que abrumado por el drama. Una de las mejores interpretaciones de uno de los mejores actores de la historia y la guinda para que, como cada Navidad, la ternura de Qué bello es vivir vuelva a nuestra memoria. Sin lugar a dudas, la gran película navideña de la historia.