Hay quienes dicen que el cine nunca fue tan puro como cuando era mudo. La narrativa visual había alcanzado niveles de auténtica excelencia en la década de los veinte. Y es que, a falta de poder escuchar nada, los creativos de aquellos días eran arrolladores en su intento de contar historias únicamente sirviéndose de imágenes y algún que otro cartel.
Sin embargo, la industria cambiaría para siempre en el año 1927. Por aquellos días, Warner atravesaba una importante crisis. Ante la necesidad de hacer algo que pudiese revertir la tendencia, la compañía optaba por dar un importantísimo paso en el mundo del cine y lanzarse con la primera película sonora de la historia: El cantor de jazz.
En El cantor de jazz se alternaba la voz y canciones de Al Jolson con subtítulos. Una experiencia realmente pionera y que hacía que la película se convirtiese en un exitazo descomunal. Cierto es que no era ninguna maravilla, y que el público, acostumbrado a tener orquestas musicales en los cines, de arranque se sorprendía en negativo con la cinta de Alan Crosland. Una decepción que duraba bien poco, hasta que uno de los personajes pronunciaba por primera vez palabras audibles en una película.
Ciertamente, El cantor de jazz nunca será recordada por ser una excelente película. Eso sí, su aportación a la industria del cine es incomparable, ya que la cambió para siempre abriendo un camino imposible de imaginar hasta ese momento.