Se nos está yendo de las manos el tema de la duración. Por alguna razón, los últimos tiempos estamos asistiendo a una tendencia bastante sorprendente dentro de la industria. Cada vez es más extraño ver una película de 90 o 100 minutos, algo que era bastante habitual en las últimas décadas y que ahora casi se convierte en la excepción.
Miremos las últimas películas nominadas al Oscar como muestra perfecta de lo que está sucediendo estos días. De entre las 10 candidatas, únicamente Ellas hablan (104) y Almas en pena de Inisherin (114 min.) de las dos horas de duración. Más grave es que únicamente otras dos cintas ya largas como Top Gun: Maverick (132 min) y Todo a la vez en todas partes (139 minutos) bajasen de las dos horas y media. Clara muestra del panorama.
Pero la cosa se vuelve más preocupante a la hora de hablar de producciones más enfocadas al mero entretenimiento. Las cintas del universo cinematográfico Marvel se vuelven eternas, con duraciones superiores a las dos horas y media. Tres cuartos de lo mismo ocurre con películas como las de la saga Fast & Furious o James Bond. Sin ir más lejos, John Wick 4 roza las 3 horas de duración (169 minutos).
No diremos aquí que una película ha de ser más corta sin razón alguna. La narrativa pide muchas veces minutaje. Sin embargo, en otras ocasiones la sensación es la de que se extienden las cintas porque sí. Pereza narrativa que provoca también pereza en el espectador a la hora de comprar su entrada.