Pocos directores se le pueden comparar. A pesar de no gozar de la fama de los otros cuatro “barbudos” de su generación, Brian de Palma siempre ha sido cine en pura esencia. Scorsese, Coppola, Spielberg, Lucas y él pusieron el cine patas arriba desde la década de los 70. Talentos arrolladores e incomparables por una forma de ver el cine que todavía hoy nos deja noqueados.
Pues bien, el director de Scarface o Los intocables de Eliot Ness firmaba, allá por 1974, la que probablemente sea la película más loca de su carrera. Una pieza olvidada con el paso del tiempo, pero realmente disfrutable. Hablamos, como no podía ser de otra forma, de El fantasma del paraíso.
Un malvado magnate de la música perseguido por un compositor desfigurado al que mete en prisión para robarle sus composiciones. Una vez en libertad, el fantasma se enamora de la nueva estrella de la canción promocionada por el magnate, comenzando así su particular venganza. Una historia musical la de El fantasma del paraíso y una apuesta de las que no se ven todos los días.
Parece una ópera rock sin más, pero detrás de esa recargada apariencia hay muchas y muy oscuras reflexiones. Nada es simple en El fantasma del paraíso. Divertida y trágica, la cinta mezcla con audacia desmedida la esencia de El fantasma de la ópera, el mito de Fausto y una arrolladora crítica a la industria musical. Una maravilla que, para colmo, tiene unas canciones sensacionales. El fantasma del paraíso es una de esas joyas que no te puedes perder. Nunca decepciona.