Hay que llamarle a las cosas por su nombre. No vamos a decir ahora que no nos encanta la saga Fast & Furious. Desde su espectacular remontada desde la quinta entrega, no hemos podido menos que entregarnos al descomunal disfrute motorizado que nos hemos ido encontrando película tras película. Eso sí, en las últimas dos entregas íbamos notando ya ciertas muestras de agotamiento. Algo que ha venido a confirmarse con Fast X.
A pesar de que Jason Momoa entra de maravilla como uno de los mejores villanos de toda la saga, lo cierto es que Fast X da demasiada pereza en muchos momentos. A base de rizar el rizo, Fast & Furious ha ido perdiendo el canto y acercándose cada vez más al ridículo. Algo que íbamos tolerando gracias al enorme entretenimiento y encanto de las películas. Sin embargo, con eso ya no es bastante.
Hoy llega a las salas de cine de todo el planeta Fast X y lo hace con la intención de reconectar de nuevo con los fans en esta primera mitad del díptico que pondrá punto y final a la saga. Lamentablemente, la sensación que nos dejan del paladar es la de que ya lo hemos visto todo cien veces y cualquier intento por mejorar el espectáculo se convierte en algo que más bien roza el absurdo. Una lástima.