Llegó la penúltima parada y con ella la máxima preocupación. A pesar de que la saga de Fast & Furious merece todo nuestro respeto, hay que reconocer que las cosas no van bien. Tras alcanzarlo más alto con las entregas 5, 6 y 7, los últimos tiempos no le están sentando de fábula a La Familia. A pesar del despliegue descomunal de talento interpretativo y visual, las cosas no van bien ahora que entramos en los momentos finales.
De alguna forma da la sensación de que se han roto las reglas del juego. Vale que nuestros protagonistas hacían auténticas locuras con los coches, pero esto ya es otra cosa. Hemos visto tales barbaridades que es difícil no tomarse todo a recochineo. Fast X es un ejemplo perfecto de ello. Pero lo que realmente empezamos a acusar es la actitud del personaje de Dom Toretto.
En un contexto que a veces roza el ridículo, nos encontramos al personaje de Vin Diesel pasado de drama e intensidad. Tomándose demasiado en serio cada vez que abre la boca y lanza una frase que suele ser una mezcla entre emotividad y épica. El agotamiento de Dom Toretto como epicentro resulta evidente y más le valdría a la saga Fast & Furious apostar por una figura como contrapunto (añoramos a Paul Walker) para que la cinta número 11, última de la saga, remonte desde esta pobre Fast X. Un poquito de Dom Toretto malote es lo que el cuerpo nos pide.