NOTA: 6,5
Imagínense que hoy miércoles 30 de abril, día de estrenos llegan a las puertas de su cine habitual. Entre las propuestas, el último fenómeno adolescente en U.S.A. y una comedia mejicana. Todos sabemos quien lleva las de perder. El hecho de que una cinta no sea facturada por la industria estadounidense provoca automáticamente el rechazo de una parte importante de los espectadores, lo cual suele ser habitualmente un error. En este caso el patinazo es doble, ya que “No se aceptan devoluciones” es una película con numerosas bondades cinematográficas que enumeraremos a continuación, pero es que además hace gala de un corte “Yanqui” de lo más agradable (de hecho se trata de la cinta latina con mayor recaudación en la historia del boxoffice americano). Así pues, la misión que el aquí firmante emprende hoy se encamina a evitar que los prejuicios de esos espectadores potenciales asustados por la nacionalidad les alejen de tan disfrutable filme.
Valentín es un mujeriego empedernido al que el destino le tiene preparada una buena sorpresa en forma de niñita rubia. El desastre inicial va mutando por minutos en amor incomparable. Desde el momento en que el hombre llega a Los Ángeles y es consciente de que no va a encontrar a la madre de la criatura, todo su universo comienza a mutar. La pequeña se convierte en la mujer de su vida y él, en un entregado, aunque poco convencional padre. Resulta casi imposible no recordar a aquel Roberto Benigni de “La vida es bella” en las interacciones padre-hija. El hombre no pretende otra cosa más que la felicidad de su pequeña, creando un diminuto universo alejado de la caprichosa y perra realidad, pero ya se sabe: el pasado siempre vuelve y el mundo finalmente acaba por revelarse como implacable.
Con un acertado tacto para mantenernos la sonrisa en la boca de manera constante, el polifacético Eugenio Derbez (dirige, escribe y protagoniza) consigue mantener el pulso de la cinta durante la mayor parte del tiempo. Lo cierto es que “No se aceptan devoluciones” solo se tambalea en esencia cuando se riza el rizo. Cuando el comicismo se convierte en histrionismo y cuando la emoción se transforma en melodrama. Afortunadamente son pocos los casos y las riendas se recuperan con presura. Hacemos ese tirón de orejas extensible también a algunos momentos en que la puesta en escena se vulgariza con el abuso de innecesarios y pobre efectos digitales o atroces etalonajes.
Sea como fuere nada consigue empañar la pura realidad y es que Méjico nos regala la mejor comedia americana que hemos visto en muchos meses. Bendita paradoja la que nos propone Eugenio Derbez.
Héctor Fernández Cachón
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