La crisis no tiene precedente de tipo alguno. Desde hace más de dos meses, la huelga de guionistas de Hollywood tenía a la industria patas arriba. Paralizaciones masivas de rodajes y proyectos provocaban perdidas millonarias en los grandes estudios. A pesar de ello, de ninguna manera se satisfacían las peticiones de un colectivo que, entre otras muchas reivindicaciones, exige que la IA no pueda suplantar su trabajo. Algo a lo que las compañías no estaban dispuestas a ceder.
La táctica de los estudios estaba siendo bastante inaceptable. Con los actores de Hollywood amenazando también con irse a la huelga, el objetivo era el de terminar por seducir a los intérpretes para dejar solos a los guionistas, provocando así un desgaste en los huelguistas hasta que en otoño empezasen a tener serios problemas económicos. Pero les ha salido el tiro por la culata, ya que SAG-AFTRA, el Sindicato de Actores, ha comenzado unos paros que prometen ir para largo.
La realidad es que las condiciones en las que trabajan los intérpretes en Estados Unidos cada vez son más precarias. Si quitamos ese pequeñísimo tanto por ciento de grandes estrellas, la realidad es que el 99,9% de los que se dedican a la interpretación cada vez se encuentran con situaciones laborales más precarias. Los grandes estudios no dejan de alegar pérdidas, pero lo que ya no cuela es que se le pague a sus dirigentes lo mismo que siempre o más (algunos ingresan al año 20 o 30 millones de dólares) mientras que se recorta en derechos a los actores.
Así, Hollywood se enfrenta a la tormenta perfecta. Los grandes estudios están acorralados ante lo que prometen ser perdidas millonarias. De hecho, como se alargue la cosa más allá del verano, podríamos estar hablando de una situación todavía más compleja que la vivida en tiempos de COVID. Los trabajadores del cine están en pie de guerra y no van a dar ni un paso atrás.